viernes, 30 de octubre de 2015

La Argentina frente al mundo

Hay una realidad que cualquier habitante del suelo argentino no puede negar: Argentina es parte del mundo. Y en su condición de serlo responde a determinadas decisiones o intervenciones que puedan ejercer otros estados, así como ella con éstos. La gran discusión es la siguiente: ¿debe Argentina formar parte del mercado mundial, de abrir sus puertas a capitales extranjeros o es preferible crear un comercio interno, como sinónimo del desarrollo?
A decir verdad, yo autor, considero que la segunda opción es la más favorable. Debo afirmar que es una alternativa que muchos liberales (o no autodenominados liberales, quizá por incomodidad) rechazan, la adjetivan de utópica. O, en el más suave de los casos, se oyen cosas como "a mí también me encantaría, pero... [inserte comentario capitalista].
La globalización no nació ayer. Lleva más de cinco siglos. Debemos reconocer que actualmente, y a lo largo de su historia, Argentina funcionó en base al mundo (vaya si lo habrá hecho, sobre todo en esa etapa que economistas liberales anhelan: la oligarquía). Y el discurso de estos economistas (cítese, J. Luis Espert) resulta muy bonito: hace más de cien años la Argentina era un país rico, gracias al liberalismo económico y la falta de aranceles y retenciones económicas a las exportaciones. Que a partir de la etapa de industrialización de la Argentina (1930 - 1976), desde la caída de la bolsa de Wall Street (sígase notando la relación de la economía frente al mundo) se generó un mal económico. Pero yo, al leer esto, siento en mi responsabilidad responder.

En aquellos años "dorados" para estos señores, Argentina era un país que sólo producía materia prima. Al moverse en un mercado mundial, Europa y su tecnología era la encargada de industrializar los productos primarios y distribuirlos por el mundo. Ahora bien, es preciso preguntarnos porqué, económicamente, Europa es menuda potencia. Y la respuesta es simple: al desarrollarse en el continente los servicios primarios, secundarios y terciarios, la economía tiende a crecer. Pero era Europa en aquellos años la encargada de las industrias. Si la Argentina se hubiese estancado sólo en la extracción y ventas de materias primas (por parte de grandes terratenientes, es decir, el gran progreso para pocos) podría haberse hecho "millonaria", sí así se quiere plantear. Pero... ¿de qué sirve ser 'millonaria', sino es capaz de, a través de un Estado presente, desarrollar los servicios secundarios y terciarios (en este artículo estoy haciendo hincapié a los secundarios). Argentina es un país rico. Y Estado no es lo mismo que gobierno, y mucho menos gobernante: no es que el Estado no sea capaz, sino que los gobiernos a lo largo de la historia, que son una institución del Estado, han sido corruptos. Pero la intervención del Estado no es sinónimo de crisis social ni mucho menos económica.

Argentina, en este año 2015, año de elecciones, estando a pasitos del balotaje, se encuentra, a mí punto de vista, desconsolada. Los dos candidatos principales, Daniel Scioli y Mauricio Macri (ya que ahora se debe optar por uno de los dos) resultan nefastos. Están al frente de dos diferentes y confrontados partidos, ¿y? ¿La diferencia ideológica? Si hay algo que sé es que toda la parrafada que acabo de escribir sobre los capitales extranjeros forman parte de la ideología de estos dos empresarios que se dedicaron a la política. Vivimos en una sociedad, y no una comunidad, y entendemos que en ella ocurre una lucha de intereses. Pero... ¿¡qué nos pasó!? En los resultados electorales se ve claramente los intereses de la gente. Y lo peor que el disfraz que le ponen estos políticos anti-populares da vergüenza ajena.

Necesitamos un cambio real, profundo, rotundo, sincero. Necesitamos un comercio interno, local, una Argentina que crezca por cuenta propia y no sea puesta de rodillas a los Estados buitres.
El futuro de nuestro querido país está en nuestras manos.

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